En un momento en el que la mayoría de nosotros está un poco hart@ de quedarse en casa, hemos decidido amenizarte el confinamiento hablándote del concepto de “Hogar” y de cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo.
Pero, antes de nada, una curiosidad etimológica que nos ayudará a comprender su origen.
La palabra hogar se deriva de la palabra hoguera.
Sí, sí. Ese lugar en la cueva, normalmente en mitad de la misma, a cuyo alrededor nuestros antepasados se congregaban para sentirse protegidos.
Un lugar que al mismo tiempo brindaba calor frente al frío, luz frente a la oscuridad y un arma – el fuego- con el que protegerse de animales e intrusos.
¿Necesitaban muebles para que fuese su hogar? No.
Tampoco decoración, o comodidades.
Solo cuatro paredes y un techo.
Desde entonces, y desde que el ser humano empezó a construir con arcilla, paja o madera “otras cuevas” con las que multiplicarse y conquistar la tierra, el hogar se ha ido moldeando a base de nuevas costumbres.
Fuera de la cueva pero dentro de casa
La primeras sociedades tribales daban muchísima importancia a la cohesión social del grupo.
Una disputa entre dos integrantes podía desencadenar la escisión de un colectivo y la muerte de los miembros más dependientes del mismo, entre ellos niños, enfermos y ancianos.
La unión, el entendimiento y la negociación eran tan importantes, que los hogares acostumbraban a constar de un solo espacio.
Un solo espacio en que se desarrollaban todas y cada una de las actividades. La vida y también el trabajo. No había espacio para la intimidad, pero tampoco lo había para los secretos.
La supervivencia de la tribu y la aceptación sin cuestión de los dictámenes de su jefe eran lo mismo.
No había mesas de la cocina en las que hablar de ello, pero está comprobado que muchas veces las negociaciones se realizaban alrededor de la comida. Como hoy en día.
Porque, ¿existe algo más hogareño que sentarse con el resto de tu clan y compartir con ellos los acontecimientos de la jornada?
Como apunte arquitectónico, este tipo de edificaciones tribales se realizaba con materiales autóctonos: hojas de palma y bambú, o barro y paja, o madera y urdimbres de ramas, y muchas de ellas fueron pioneras en técnicas que heredamos en la actualidad.
Primeros avances en la Edad Antigua
Con el habla y la escritura nacen el entendimiento y los acuerdos. Surgen las primeras poblaciones humanas, las primeras sociedades.
Estas se sostenían sobre leyes, creencias primitivas y también el trueque. Ya no hace falta, por tanto, que toda una tribu cultive, cace y pastoree lo que necesite para subsistir.
Ahora que viven en un colectivo mucho mayor y más fuerte, las actividades de supervivencia abandonan el hogar. El ser humano deja de ser nómada y descubre la agricultura.
A medida que los avances técnicos evolucionan, se experimenta un incremento y excedente de la producción que fomenta el mercadeo entre poblaciones.
La reciente invención de la rueda permite, no solo la creación de rutas de comercio, sino que además se puedan transportar materiales pesados como la madera o la piedra desde relativamente lejos. Eso favorece la creación de construcciones más resistentes, y al establecimiento de poblaciones más sedentarias.
Surgen los hogares privados y la intimidad, y se refuerza el concepto de la propiedad y de la identificación de lo mío respecto a lo del resto.
Aparece algo que en una etapa trashumante había sido superfluo: la decoración del hogar. Y toma forma a través de telas, pieles u objetos de culto.
Roma y la conquista del bienestar
Y llegaron los romanos. Uno de los imperios más grandes, reconocidos y extensos de toda la historia. Y añadieron al hogar algunas comodidades y descubrimientos que habían copiado de otros pueblos o que habían desarrollado ellos mismos.
El trazado urbanístico de las ciudades es obra de los romanos. También lo son las villas o el patio. ¿Quién les diría que este último se convertiría en un medio de comunicación entre vecin@s cotillas?
Pero sobre todo, queremos destacar dos grandes inventos que podemos disfrutar hoy.
El sistema de acueductos, fuentes y cisternas que lograban llevar agua hasta el interior de los hogares proveniente de manantiales se convirtió en nuestra fontanería y el acceso a agua potable.
Y el entonces conocido como hipocausto, que vendría a ser un conducto a través del cual se repartía aire caliente a diferentes estancias de una gran villa, hoy tiene su símil en nuestros sistemas de calefacción por gas natural.
Gracias a los romanos, podemos volver a nuestro hogar después de un agotador día de trabajo, encender la calefacción o poner el aire acondicionado, abrir el grifo del agua caliente y darnos un relajante baño, digno de los dioses.
Y hasta aquí esta primera parte de la historia y evolución de nuestros hogares. ¿Cómo harían las sociedades antiguas las reformas? ¿Cómo se pediría presupuesto por aquel entonces?
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