Curiosidades

Un recorrido por la arquitectura tradicional española


¿Cuántas Españas dirías que hay? Una, ¿verdad?

Lo cierto es que si ampliásemos el mapa y mirásemos con lupa nos encontraríamos con que existen exactamente 8.131.

Ese es el número total de provincias, ciudades, pueblos y aldeas de la península ibérica.

Cada una de ellas tiene algo especial.

No hay dos iguales.

Por eso, tenemos la suerte de decir que tenemos tantas Españas como municipios y regiones hay en ella.

Nuestra riqueza cultural tiene su reflejo en la arquitectura tradicional.

Da igual todas las de ciudades que conozcas, los museos que hayas visitado o las rutas que hayas hecho. La arquitectura del país siempre te acabará sorprendiendo.

¿Tienes preparada la agenda y un mapa?

Perfecto, entonces empieza nuestro viaje por la arquitectura tradicional española.

 

Masías

Este tipo de edificación no conoce fronteras.

No solo podemos encontrárnoslas salpicando el paisaje oriental Español.

Si recorres el sur de Francia descubrirás que las masías, pese a no llamarse igual allí, era populares ya por aquellos tiempos de la antigua Galia.

En su origen, las masías eran grandes casas familiares.

Bajo su techo, y entre sus cuatro paredes, los miembros de una misma familia encontraban todo lo necesario para subsistir.

Este tipo de microeconomías familiares se dedicaban exclusivamente a la agricultura o la ganadería. No había otro modo de ganarse la vida ni en aquella época ni por aquellos lares.

Por lo que, el lugar de residencia y el de trabajo representaban lo mismo. Casi casi como teletrabajar, pero sin Wifi, Skype o Trello.

Este tipo de construcciones estaban asentadas sobre dos sólidas plantas de piedra y vigas de madera, que normalmente se orientaban hacia el sur para aprovechar el calor

En la primera planta se realizaban las tareas propias del campo.

En la segunda, se acogían los usos y costumbres de una vida familiar de la época.

Los materiales de edificación de estas construcciones variaban en función de la zona.

Las masías de montaña, se construían con piedra sin pulir.

Mientras que aquellas situadas en zonas menos rocosas, utilizaban como materia prima el adobe.

Algunas tenían palomares o torres en la parte superior.

Era el medio de comunicación instantáneo de la época.

Gran parte del encanto de estas viviendas es que tienes que perderte para encontrarlas.

 

Caserío

Nos trasladamos a continuación al norte de la península.

Los caseríos son típicos del País Vasco y Navarra.

Pero eso no quiere decir que no podamos encontrarlos en otras zonas, como Cantabria o Castilla y León.

Este tipo de construcciones tradicionales son típicas de entornos rurales.

Al igual que las masías, estas casas tienen dos plantas. En la planta baja se instalaban los graneros, y en la superior vivía la familia.

Se encuentran aisladas, rodeadas de infinitas extensiones verdes y sus fachadas pueden llegar a superar los 15 metros.

Los caseríos, a lo largo de los años, han sido la residencia familiar de muchas generaciones.

Y aún hoy, al igual que en el caso de las Masías, mucha gente decide marcharse al campo para encontrar en este tipo de entornos una vida más tranquila y conectada con la naturaleza.

Hace muchos años de la construcción del ultimo caserío, pero ahora la tendencia es restaurarlos.

El objetivo es que este tipo de viviendas perduren en el tiempo y sigan contando la historia de miles de personas que nos precedieron.

 

Pazo

La arquitectura tradicional gallega es capaz de tele-transportarnos a otra época. A un periodo donde los pazos representaban el centro de la alta sociedad gallega.

No estamos hablando de una casa familiar o una finca rural.

Se trataba de la residencia de Duques, Condes y grandes señores.

Gente con tantos apellidos y títulos nobiliarios que había tomar aire antes de mencionarlos.

Este tipo de construcciones jugó un papel fundamental en la historia de la comunidad y en la organización feudal.

Casi todos los pazos están formados por un edificio principal rodeado de un gran jardín. Dentro de ese jardín podemos encontrar un palomar, y a menudo una pequeña capilla.

Si tienes pensado un fin de semana rural en Galicia, abril es el mes perfecto para habitar, por unos días, en uno de ellos.

 

Cortijo

¿Damos un paseo por el sur de España?

Paredes blancas, grandes palmeras e interiores fresquitos. Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura son el hábitat de este tipo de edificaciones. Estamos hablando de los cortijos.

Grandes extensiones de tierra donde el verde de los olivos es el protagonista. Caserones con gruesos muros blancos, techos de poca altura e interiores que conservan la misma temperatura todo el año.

Jardines, establos y casas.

Unas dedicadas a la vivienda, y otras dedicadas a la explotación agrícola.

Podríamos imaginárnoslo como la versión reducida de una ciudad. Un gran terrateniente era su alcalde, y los empleados que vivían ahí para cuidar las tierras, eran su pueblo. Este gran terrateniente sabía que era dueño de todo aquello que alcanzase su mirada.

¿En cuál de ellas te gustaría vivir?

Estas construcciones siguen aún hoy en día desperdigadas por toda España. ¡Algunas de ellas incluso están a la venta!

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